Europa ya probó cómo se las pueden gastar los inversores a la hora de arrinconar a uno o varios países. Ocurrió en 1992, cuando el no danés al Tratado de Maastricht desencadenó un movimiento en cadena cuya principal consecuencia consistió en que la libra acabó con sus huesos fuera del proyecto de crear una divisa común en Europa.
Aquel episodio generó un fuego cruzado de responsabilidades. Para los gobiernos, los culpables habían sido los inversores. Mejor dicho, los especuladores. Para los inversores, esa crítica de las autoridades políticas era una pataleta puesto que su actuación había puesto de manifiesto que los gobiernos habían hecho mal su trabajo. Un debate irresoluble que apenas desvió la atención del verdadero acontecimiento: el extraordinario poder de la maquinaria especulativa cuando ésta se activa.
Casi dos décadas después, la historia se repite. Mismos contendientes, inversores y gobiernos, y similares circunstancias, puesto que el proyecto de unión monetaria vuelve a estar en entredicho. Y esas dudas abonan el terreno para desencadenar un ataque que consta de cuatro fases fundamentales.
1. Oler la sangre: preparados...
Es el paso previo. El combustible que activa el engranaje especulativo. Los inversores sólo atacan si huelen sangre, es decir, si detectan algún resquicio o grieta que haga viable ?y rentable- su dentellada. En 1992, hallaron esa oportunidad en la libra, puesto que entendieron que Reino Unido no pondría en riesgo su economía en pos de un proyecto europeo. Y se salieron con la suya, porque Londres dio su brazo a torcer ante la presión de los inversores.
En la actualidad, han encontrado esa debilidad en los denominados países periféricos. Primero Grecia, luego Irlanda y ahora los siguientes, es decir, Portugal y España. ¿Por qué se han fijado en ellos y no en otros? Porque tienen flancos por los que ser atacados. En unos casos, los problemas de sus finanzas públicas; en otros, la dificultades de su sistema bancario; o ambos problemas al mismo tiempo. Dicho de otro modo: son los eslabones más débiles de la cadena que compone el euro, por lo que son ellos los que brindan las mejores ocasiones para precipitar un ataque.
2. Tomar posiciones: listos...
Una vez detectadas las oportunidades, hay que mover las piezas. ¿Cómo? Tomando posiciones en el mercado que permitan a los inversores beneficiarse de las caídas de la bolsa y la deuda pública de esos países, de la depreciación del euro y de la subida de los seguros contra el impago (CDS) de los países periféricos. Así, cuando comience el baile, todas esas estrategias se convertirán en una fuente de rentabilidad para la cartera de los inversores.
3. Desencadenar el ataque: ¡ya!
Planteada la estrategia, llega el momento de que comiencen los fuegos de artificio. Si, como en este caso, lo que está en duda es la solvencia de un país, las dificultades aparentemente manejables pueden convertirse en una crisis en toda regla con movimientos tan simples como comenzar a vender bonos de ese país y a comprar CDS de ese mismo país. Con estas maniobras, la bola de nieve empieza a rodar, en un movimiento al que se van sumando nuevos inversores, alarmados por los altos rendimientos a los que está repuntando la deuda pública como consecuencia de las ventas y de las subida de los seguros contra el impago. A su vez, ambos efectos -el repunte de la rentabilidad y de los CDS- complica las futuras emisiones de deuda pública, con lo que crece el riesgo de impago futuro dada la necesidad de financiación que poseen esas naciones.
Como el miedo es contagioso, llegará a la bolsa, que se llenará de números rojos y hará rentables las posiciones bajistas adoptadas antes. Y, como además, en este caso son naciones que forman parte de un proyecto monetario común, como es el euro, esta divisa también se ve afectada. Los inversores, por tanto, se salen con la suya.
4. El momento de la rendición.
En 1992, la operativa especulativa -cuya estrategia fue distinta en su aplicación a la actual- provocó que Reino Unido ondeara la bandera blanca. En la actualidad, la presión ha obligado a hincar la rodilla a Grecia e Irlanda, una realidad que ha confirmado el éxito cosechado por la maquinaria y que, por tanto, invita a segur adelante con el proceso. Próximo destino: Portugal y España.
¿Hay posibilidad de escapar? Sí. La sugirió el pasado viernes en Madrid, en un acto organizado por Intereconomía y Oddo, el miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), José Manuel González-Páramo. Durante el turno de preguntas, aconsejó que en vez de compararse con países como Irlanda o Portugal, sería más recomendable plantearse por qué el contagio -es decir, la maquinaria del ataque especulativo- no llega a Alemania, Finlandia o Austria. "(La credibilidad) se consigue por la solidez de las políticas económicas, que sean creíbles y sostenibles. Y esto no se inventa. Se logra cumpliendo de forma escrupulosa las reformas propuestas", aseguró.
España comprobó en junio cómo la adopción de reformas sirvió para interrumpir la propagación de la crisis. "Lo que está ocurriendo es una llamada de atención adicional para no posponer las reformas. Hay que hacer lo posible para que el mercado ni siquiera tenga dudas de la posición española", reclama Pablo Guijarro, director de análisis macroeconómico de AFI. Y añade, también a modo de aviso: "Conviene entender que es una cuestión del área euro, no de un país concreto".
Dicho de otro modo, España y las autoridades europeas deben evitar que los inversores huelan sangre. Y ahora la están oliendo. Hacen falta hechos, no palabras, para detener a los vándalos, como catalogó a los especuladores Gregory Millman en su libro Los especuladores internacionales: los nuevos vándalos. Porque el ataque está en marcha. Y no disparan con palabras, sino con balas de verdad.
Info:http://www.eleconomista.es/mercados-cotizaciones/noticias/2628821/11/10/Asi-se-provoca-el-rescate-de-un-pais.html
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